viernes, 30 de septiembre de 2011

Adopciones fracasadas, doble abandono...

Fuente: diariovasco.com (22 de septiembre de 2011)

La adopción internacional es un fenómeno «reciente» en Gipuzkoa. Aunque en los noventa se tramitaban decenas de expedientes, el boom de familias adoptantes tuvo lugar entre 2001 y 2005 con centenares de nuevas solicitudes hacia países tan diversos como China o Rusia. El proceso de adopción es complicado. Los trámites se hacen eternos y la espera -en ocasiones de cinco años-, crea situaciones de ansiedad en las familias. Cuando llega el pequeño, la adaptación entre el niño y sus nuevos padres nunca es fácil.
«Hace unos años, cuando veíamos que en países europeos había un 3-5% de adopciones fracasadas -la familia decide devolver al niño a la institución-, nos parecía algo increíble. Que no podía ser. Aquí no conocíamos nada de eso porque estábamos empezando», asegura Xabier Calvillo, presidente de la asociación de familias adoptivas de Gipuzkoa, Ume Alaia.
Pero los años han pasado y el fenómeno ya ha llegado a Gipuzkoa. «Por desgracia, el asunto de las adopciones fallidas empieza a no ser tan residual aquí», aseguran desde el colectivo de familias adoptantes. Fuentes de la Diputación de Gipuzkoa, institución que tramita las solicitudes de adopción, constatan la existencia de casos de este tipo -«a lo sumo uno o dos al año»-, aunque el fenómeno sigue siendo «algo puntual». Para evitar o prevenir desenlaces como estos, la asociación Ume Alaia, en colaboración con instituciones como la Diputación, lleva diez años ofreciendo asesoramiento y formación a las familias, antes y después del proceso de adopción. «Lo más terrible es que una adopción fracase», recalca Rosa Barrio, trabajadora social de Ume Alaia.
Existen pocos estudios en el Estado sobre las adopciones que fracasan. Uno de ellos, realizado en los últimos tiempos por la profesora de la Universidad de Comillas, Ana Berástegui, señala que el 1,5% de las adopciones fracasan. El informe constata además que una de cada cinco familias con hijos adoptivos está condenada a vivir «situaciones muy problemáticas».
En su estudio, la experta revelaba ya una situación que ahora se estaría produciendo en Gipuzkoa: «La adopción internacional es un fenómeno reciente en el Estado. Cuando los niños lleguen a la adolescencia puede haber una crisis si estos vínculos no se han forjado», advertía.
Algo así «está llegando ahora a Gipuzkoa». En algunos casos, explica Barrio, de Ume Alaia, ocurre después de «crisis potentes» que aparecen en la adolescencia y que pueden llevar a los padres a decir: «No podemos, esto no es para nosotros».... «La adolescencia es un período sensible para cualquier hijo, pero para el adoptado es especialmente sensible porque tiene que hacer doble tarea que el biológico -añade Barrio-. El adoptado tiene que adquirir una autonomía no solo de su familia adoptiva, sino también de su familia de origen, la que está en sus emociones. Y además necesita tener respuesta para asentar su personalidad. Si no la tiene, la incertidumbre es tremenda. Entonces, pueden aparecer situaciones muy problemáticas y difíciles de manejar».
La trabajadora social de Ume Alaia explica que en la adolescencia del hijo adoptado pueden ocurrir «fracasos totales o pseudofracasos» de jóvenes que se «emancipan prematuramente a los 16-17 años, que conviven con otro familiar distintos a los padres, o que son enviados a un internado».
«Doble abandono»
Junto a los fracasos en la adolescencia, existe un fenómeno «más reciente», vinculado a la actual situación de las adopciones internacionales. El tiempo de espera se alarga más y más, y el perfil de los niños es cada vez de mayor edad. «Una familia solicita un niño menor de tres años y sano. Y el país de origen le ofrece pasados varios años un niño de siete años, cinco de ellos institucionalizado. A veces, esa familia se asusta porque el niño no cumple sus expectativas. Pero no son capaces de decir que no y lo aceptan. Durante dos o tres años las cosas van bien, pero luego fracasa porque no estaban preparados», añaden.
Desde Ume Alaia consideran que estas situaciones ocurren, en ocasiones, por desconocimiento de los padres. «Por interpretar erróneamente comportamientos que hace el niño, es decir, no entender que es producto del daño emocional que él acarrea, que el niño no ha aprendido otra manera de comportarse, que para él sus primeros años han sido horribles, como vivir en el infierno, y que ha desarrollado una desconfianza terrible hacia los adultos que le cuesta mucho y prefiere no involucrarse para no sufrir la pérdida», añade Barrio.
El resultado de una adopción fracasada «es algo terrible» para ese menor. Como recuerdan desde Ume Alaia, «que un niño adoptado vuelva a institucionalizarse supone un doble abandono para ese niño que le ha costado mucho confiar en esa familia, que pensaba que iba ser para siempre.... Por desgracia, las familias que viven estas experiencias no acuden a nosotros. Van directamente a la Diputación para que se haga cargo del menor».
Para prevenir estas situaciones, todavía puntuales, en Ume Alaia llevan diez años ofreciendo formación y asesoramiento psicológico a familias antes y después de la adopción y a los menores, de forma paralela y en colaboración con los apoyos que ofrecen las instituciones, explica Calvillo.



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